El olor a salitre impregna la sala, un frío húmedo se cuela entre las rendijas y el cielo gris que encontramos al otro lado nos sitúa en un lugar del pasado muy al norte. Una carta color ocre sobre el alféizar es la única señal que nos indica que hay novedades llegadas del pasado.
Halifax 1868, Nueva Escocia. Así comienza Instrumentos del Destino publicada varios años atrás. la novela se ha revestido con nuevos ropajes, ha cultivado su interior y ofrece una nueva imagen para su segunda edición. Por ese motivo Ventana al Pasado nos permite leer la carta que Mildred Nevill deja junto a su Herencia.
Para aquellos que aún no sepan qué vivencias nos ofrece lahistoria de Ciara Graham y Andrew Somerset, sólo deben saber que la joven huérfana, criada en los puertos de Halifax nunca hubiera imaginado que su vida cambiaría cuando su mentora la nombra su única heredera.
Aquí, Mildred explica sus motivos, dejando a Ciara con la pesada carga de la venganza.
Mi querida Ciara:
Quiero que sepas que te quiero, nunca te lo dije, y supongo que lo pongo por escrito en esta carta porque no seré capaz de decirlo nunca. Siempre me ha sido más fácil guardarme lo que siento. Es probable que sea así gracias a mi educación, donde los sentimientos y emociones debían quedar ocultos. Deseo que te hayas sentido querida, porque a ti te debo que mis últimos días hayan estado llenos de alegría. Sé que no es la manera más adecuada de explicarme, pero llegados a este punto, reconozco que nunca supe cómo plantar cara a mis problemas. Ha llegado el momento de que descubras quién soy, y quiero que lo hagas a través de mí. Espero que sobre este aspecto tanto el señor Shaw como Grace hayan respetado mi decisión, si a alguien tienes que culpar de tu desconocimiento, es a mí.
Nací en el seno de una familia burguesa. Mi padre, Simon Nevill, fue un hombre que supo prosperar en el mundo de la industria textil al norte de Yorkshire; gracias a su disciplina, el ahorro y el sentido práctico que siempre le acompañó. Crecí en un entorno familiar donde las formas y las buenas maneras eran requisitos indispensables para el desarrollo de una forma de vida civilizada, moral y con objetivos lúcidos. Aunque pareciéramos una familia unida y felizmente acomodada, siempre nos rondaba el deseo de llegar a más y nos seducía la idea de conseguir títulos y llegar a formar parte de la nobleza. Mi hermana gemela y yo nos llevábamos bien, hasta que en la adolescencia Dorothy comenzó a volverse huraña, pesimista y envidiosa. Aun así, era en ella en quien confiaba.
Y me enamoré perdidamente de Lord Richard Gladwyn conde de Somerset, y él de mí. Lo mantuvimos en secreto durante un tiempo, hasta que yo estuviera debidamente presentada en sociedad. La única persona que tenía conocimiento de ello era mi hermana Dorothy. Pues bien, dentro de su envidia y su odio irracional concertó una cita con él haciéndose pasar por mí. El lugar exacto lo ignoro, y prefiero no saberlo para así no poder imaginármelos juntos. Cuando Richard, después de yacer con ella se dio cuenta de la traición, no pudo hacer otra cosa más que cumplir con su deber y casarse con ella.
Después de aquello nunca más lo volví a ver, ni a mi familia tampoco. Hice mis maletas con lo necesario, cogí dinero y hui de Inglaterra pensando que así escapaba de mi dolor. Grace me descubrió cuando montaba en mi yegua, sin decir palabra, me señaló una berlina y me ayudó a enganchar los caballos. Seguidamente se acomodó a mi lado. Y nos fuimos. Nos fuimos para no volver. El resto de la historia la sabes, llegué aquí y con los conocimientos suficientes y empeño, conseguí llevar adelante mi empresa como intermediaria y comerciante.
Un día en el puerto, un capitán que trabajaba para mi padre me reconoció y me comentó que lo estaba pasando mal y que mi familia se preguntaba dónde podría estar su hija. Además me informó de que Grace Smith estaba acusada de secuestro, pero que la policía había archivado el caso por falta de pruebas. Además me hizo llegar la horrible noticia de que Dorothy había tenido un hijo varón, la felicidad que ella vivía me correspondía a mí vivirla, de sus entrañas solo puede salir más que maldad. En definitiva, me pidió que al menos me pusiera en contacto con mi padre para que supiera que me fui por voluntad propia.
Y así lo hice, se lo conté todo, sentía que le debía una explicación y que no valdrían mentiras. Le convencí de que me encontraba bien, y le pedí por favor que no viniera a verme. Años después, el abogado de la familia, el señor Shaw se puso en contacto conmigo para informarme de que era la heredera mayoritaria, dejándole a Dorothy una asignación económica anual con la que subsistir holgadamente. Lo siguiente que supe es que murió en un accidente mientras cazaba.
Este es el resumen de mi vida hasta que te conocí. Puedes achacárselo a la vejez, pero en cuanto te vi pensé que si hubiera llegado a casarme con mi Richard hubiera tenido una niña parecidísima a ti. Tu pelo negro y tu color de ojos se asemejan mucho a los suyos. Y de ahí surgió la idea de hacerte mi heredera, pues mi salud no me acompañaba, negándome rotundamente a dejarle toda mi fortuna y mi patrimonio al hijo de Dorothy. Antes prefiero que lo tengas tú, es un regalo que quiero hacerte, y con él viene la siguiente petición:
Aprovecha lo que tienes, tu fortuna, la educación y los conocimientos que te he inculcado para ser libre. Disfruta, vive, sé feliz, llega a donde quieras llegar, tienes las herramientas suficientes para lograrlo. Pero nunca te enamores niña mía. Los hombres sólo traen desgracias, piensa en tu madre, nada le aportó su matrimonio, salió adelante con su propio trabajo, nunca necesitó de un hombre para hacerlo. Tanto Grace como yo hemos sabido arreglárnosla sin ellos.
Tienes fuerza y valor suficiente para llevar esta empresa adelante. Tienes la capacidad y paciencia para sacar lo mejor de la persona más huraña. Por tus venas corre sangre escocesa y la sacas a la luz cuando te lanzas con todas tus fuerzas en defensa de una injusticia. Ahora mismo me viene a la mente aquella vez en el puerto cuando unos chiquillos me gritaron vieja bruja y tú saltaste de la berlina y te liaste a puñetazos. Casi me muero del susto, menuda salvaje estabas hecha.
En fin, esperanza, mi ilusión de vivir, espero que sigas mi consejo, y ocupes el lugar que te corresponde, porque es tuyo legítimamente, de eso nos hemos encargado los Shaw y yo. Cuando llegues a Inglaterra desconfía de todos ellos, sigue tu instinto, y no le des tregua ni a Dorothy, ni a su hijo.
Aprovecha esta oportunidad, siempre estaré a tu lado.
Para mí, siempre fuiste mi hija.
Se despide deseándote lo mejor,
Mildred Nevill