Al caer la noche de la víspera del 1 de Noviembre son muchos los que se preparan para celebrar el día de los difuntos.
Si te acercas a la ventana, escucharás el sonido del gentío, acordes arrancados a instrumentos musicales y el olor de las castañas asadas ascendiendo por el aire. La noche cae fría pero si te asomas y logras atisbar entre las ramas de los árboles de la finca de los Westerling, podrás observar qué sucede allí abajo…
Estas fiestas consistían en la celebración de la víspera del día de Todos los Santos. Los vecinos se reunían para comer y beber mientras se asaban, principalmente, castañas. El ron miel era el segundo mejor acompañante, unido a las bandurrias y timples. La música canaria daba color a la noche. Entre los preparativos había que realizar ramos de flores para llevarlos al cementerio al día siguiente. En Verde Rama se recogían las castañas de los árboles de la entrada, se buscaban almendras, se cogían manzanas y se elaboraban bienmesabe y mazapanes. El frío había llegado, haciendo que tuvieran que preparar un lugar para hacer fuego y asar las castañas. Solían utilizar bidones metálicos partidos por la mitad, sobre los cuales colocaban redes metálicas a modo de parrilla. Los trabajadores se reunían alrededor para pasar la noche riendo y cantando.
Lentamente, los jornaleros, arrendatarios y sus familias comenzaron a llegar cargando con taburetes, timples y bandurrias para la fiesta. En la extensa arboleda, frente a la gran casa, comenzaron a hacer el fuego. La suma de las conversaciones formaba una gran algarabía. La ralentada cayó fría sobre ellos, pero el ron miel que corría por los vasos calentaba el ambiente. Todos comentaban la desgracia de la pobre Pino y se sorprendían con la pelea del patrón con los Naranjo.
Todo el pueblo hablaba de ello.
En medio de una de aquellas conversaciones, Luisa dirigió su mirada al protagonista,
que se encontraba al otro lado del grupo, atizando el fuego con un palo. En su mano, un vaso de ron miel relajaba su postura.
A su lado, Ramón y Cristóbal hablaban animadamente. Como quien tiene un radar, levantó su mirada para posarla sobre ella; rápida como puñales se clavó en sus ojos. Eso fue lo que sintió: puñales sobre ella. Luisa se sobresaltó al ser descubierta mientras observaba la luz anaranjada del fuego sobre él. Un fugaz deseo le vino a la cabeza. Un abrazo, quería estar entre sus brazos. Él le guiñó el ojo sano y ella apartó rápidamente la mirada.La noche se volvió una auténtica pelea de miradas entre ellos. Él, dolido por su actitud; ella, dolida por su reacción.
Nice bllog post
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