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Siguiente entrega de la serie «Mensajes»
Los guerreros McLeod siguen recorriendo los cuatro puntos cardinales
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Los guerreros McLeod siguen recorriendo los cuatro puntos cardinales
Tuve la gran fortuna de visitar este castillo. Lo había visto mil veces a través de la pantalla del ordenador. Este año conseguí una visita privada. Todo un sueño. La fortaleza aparece en varias de mis novelas, es la morada de los Mackenzie. Pisar su suelo, rodear sus muros y poder acercarles lo que mi mente recreó me hace mucha ilusión. Deseo que disfruten de mi anécdota.
Escocia, siglo xv.
Archie McLeod debe viajar al norte con la misión de prestar ayuda al clan Sutherland. Todo apunta a que el señor de las Islas ha traicionado a la Corona y tiene intención de ocupar las Highlands. En su camino se cruza, en medio del bosque, una joven altanera que sale de la nada. Cuando se instala en la fortaleza de Dunrobin descubre quién es la pelirroja que pelea como un guerrero y se desenvuelve como un hombre.
Ella no es otra que Beatagh Murray, la hermana del laird de un clan vasallo. La infancia de la joven transcurrió con las constantes súplicas de su madre de comportarse como una dama. En cambio, su padre la animó a tomar las armas y liberar su espíritu salvaje. Pero desde que este falleció, no hay nadie que la comprenda.
Ahora Beatagh debe contraer matrimonio con el segundo hijo de los Sutherland. Pero antes de que el enlace se lleve a cabo, la amenaza de los McDonald, enemigos del clan, se vuelve una realidad, y también cobra más importancia en su vida la presencia de Archie McLeod. Ambos pertenecen a clases sociales distintas, sus vidas están marcadas por sus obligaciones y entre sus clanes hay una gran distancia. Ella es impulsiva; él, en cambio, tranquilo. Ella desea conservar su libertad a toda costa y Archie es consciente de que debe olvidar la atracción que siente por Beatagh. La guerra los unirá en el mismo bando, pero será el amor que surgirá entre ellos el que les ofrecerá grandes enseñanzas y duras pruebas que deberán superar.
Estoy muy ilusionada con la nueva publicación. Este proyecto surgió después de recibir sus comentarios sobre La Mensajera de Elphame. Muchas me escribieron para animarme a escribir sobre algunos de los personajes que aparecen en ella. Por suerte la editorial bajo el sello de Phoebe quiso ayudarme con la tarea y volvió a confiar en mis viajes al pasado. Siguiendo la línea de Aila, la novela comienza con una premonición que guiará a nuestro protagonista hacia el Sur.
Ventana al Pasado ya está lista.
La magia de las Highland aguardan.
Pronto podrán asomarse y saltar al otro lado.
Mensajes del Sur estará disponible
a partir del 7 de febrero de 2022
Sopla el viento. Su fuerza hace que los postigos golpeen la ventana con violencia. Nos asomamos para averiguar a qué se debe este cambio repentino. Sonreímos al comprobar que ha vuelto a ocurrir. El paisaje ha cambiado, nos damos cuenta de que hemos viajado al pasado. Nos acomodamos en el alféizar envueltos en una manta que teníamos a mano. Hacemos memoria para recordar cuándo fue la última vez que sucedió algo parecido…
Cuatro años. Demasiados años sin sentir la magia que nos transporta a otra época.
Las vistas están plagadas de escarpadas praderas, de riachuelos abriéndose paso sobre la tierra. Las nubes oscuras que coronan los montes auguran tempestades. Nuestros ojos recorren la escena en busca de alguna señal. Después de varios minutos atisbamos a varios jinetes avanzando por el páramo. A medida que se van acercando reconocemos las vestimentas que usan. Estamos en las Highland. Hemos vuelto a Escocia. La comitiva pasa de largo, nadie se detiene a hablar con nosotros. Algo decepcionados nos conformamos con haber podido ver cómo uno de los fieros guerreros llevaba entre sus brazos a una joven. No parece sentirse bien. Las facciones del escocés remueve nuestro recuerdo, lo reconocemos poco después. Es Clarion McLeod.
Sonreímos. Hemos identificado al protagonista de la siguiente aventura. Sabemos que pronto Ventana al Pasado nos permitirá saltar al otro lado para descubrir la historia del Highlander.
Nuestra atención estaba puesta en los quehaceres cotidianos cuando un intenso olor nos detiene. La mezcla de heno, animal y heces nos resulta demasiado espesa para nuestras fosas nasales. Corremos hacia la ventana en busca de aire. Allí nos topamos con una sola hoja de madera y tosco hierro forjado que nos indica que hemos viajado otra vez al pasado. Estamos en las caballerizas de alguna fortaleza. Vamos en busca del tartán que nos habían dejado en el primer viaje a la Escocia medieval y saltamos para averiguar qué descubriremos en esta ocasión.
La vida en el castillo nos pareció muy activa. Con disimulo nos deslizamos a lo largo del callejón donde se encontraban las caballerizas y con la mirada encontramos el portón que nos llevaría al patio de armas. Nos detenemos en el umbral al ver a un grupo de soldados escoceses entrenar a pecho descubierto, espadas en mano y kilts bailando al son marcado. Nos resulta demasiado arriesgado y nos escondemos en el primer hueco que encontramos. Ruidos de cascos de caballo y voces nos obligan a subir por una estrecha escalera cubierta de fango. Enseguida llegamos al camino de ronda que forma la barrera protectora. Aprovechamos el momento para alzar la mirada y disfrutar de las vistas. El castillo está construido con piedra rojiza en lo alto de una colina, rodeado de un frondoso bosque.
Nuestros ojos captan los movimientos certeros de un guerrero. Es alto, moreno y la madurez recubre sus facciones. Todos parecen respetarle y escuchar con atención sus comentarios sobre el arte de la guerra. En un momento dado un muchacho le lanza un trapo para secar el sudor, se da la vuelta, toma la espada del suelo con la punta del pie y vuelve al combate. Un destello nos obliga a levantar la vista. Nos topamos con la aparición de una dama en lo alto de una torre. Un aura de serenidad envuelve sus movimientos. El viento juega con su pelo a la vez que ella posa una de sus manos en el bloque de piedra. Algo que ve la turba, hasta tal punto que notamos cómo sus ojos se enrojecen de emoción. Una sonrisa nostálgica transforma su rostro en el instante en el que alguien alza la voz para decir: Seguir leyendo «Viaje a un lugar encantado III»
Cae la tarde y yo ando por casa con la mente puesta en la lista de cosas que me quedan por hacer. La luz, que hacía un momento iluminaba la estancia, se vuelve tenue. El cambio de temperatura es patente por lo que voy en busca de abrigo. La curiosidad hace que me dirija a la ventana más cercana. Escucho voces al otro lado y el miedo me hace recelar. Algo extraño está pasando ahí fuera que me mantiene alerta. Me digo que son tonterías mías, que las voces no pueden pertenecer a nadie pues me encuentro en la planta alta de la vivienda.
Levanto con decisión mi mano para apartar las cortinas y tardo largos segundos en procesar lo que ven mis ojos. La montaña de origen volcánico que suelo ver desde mi ventana ha desaparecido. No hay casas, ni asfalto, nada que me recuerde a la civilización moderna. Una amplia pradera se extiende ante mí, lo cubre la hierba salpicada de manchas violetas producidas por el brezo escocés. Algunas rocas, rodeadas de arbustos de más altura, se encuentran próximas a donde me encuentro. Abro una de las hojas para asomarme al otro lado. El frío es tan intenso que no puedo dudar de su existencia. Me maravillo con las vistas mientras me apoyo en el alféizar para adentrarme un poco más en el nuevo mundo que estoy descubriendo.
Las voces vuelven a alzarse; y a mi casi se me detiene el corazón al toparme con la imagen de una joven surgiendo de los arbustos. Me entra el pánico, pero mis ojos recaen en ella y detienen mi huida. Su sonrisa y su caminar son pausados mientras se acerca.
—¿Os gusta lo que veis?—me pregunta.
Yo solo puedo asentir devolviéndole la sonrisa.
—Lo habéis creado vos. Seguir leyendo «Un encuentro especial»
Escuchamos un sonido repetitivo, agudo, algo o alguien golpea la dureza del cristal. Nuestros ojos no tardan en hallar al responsable del acuciante ruido. Un cuervo picotea la ventana desde el otro lado. Una vez se puso de perfil, nos sentimos apremiados por su ojo clavado en nosotros. El pequeño visitante se presenta como guía en nuestro próximo viaje al pasado.
Pronto descubrimos una amplia pradera. Al asomar la cabeza nos damos cuenta de que la ventana en la que nos apoyamos forma parte de una pequeña cabaña. La construcción está marginada en una inmensidad de montañas cubierta por fina hierba y salpicada de rocas grises. Al saltar al otro lado observamos pequeños brotes de brezo escocés. No sabríamos adivinar el año en el que nos encontramos, pues a nuestro alrededor todo se ha convertido en salvaje naturaleza. El vuelo del cuervo logra que nos decidamos a seguirle. Nuestros pasos comienzan el descenso de la colina, el viento es frío y el sonido de algún riachuelo cercano nos acompaña.
La caminata nos resulta agradable, disfrutamos del entorno rural y decidimos no alejarnos del camino surcado por el agua. El relincho de caballos nos hace buscar refugio, tras dar varios saltos llegamos a una formación rocosa que nos protege. En cuanto nos sentimos seguros trepamos para ver quie está al otro lado. Intentamos controlar la respiración al descubrir a un gran guerrero escocés acompañado de un muchacho. Por su actitud y escasas pertenencias todo apunta a que han hecho un alto en el camino. Seguir leyendo «Viaje a un lugar encantado II»
La ventana lleva tanto tiempo sin dar señales de nuevos viajes que hemos perdido la costumbre de asomarnos a ella. En esta ocasión nos sorprendemos al encontrar un tartán escocés doblado sobre el alféizar. Las hojas de la ventana han desaparecido para dejar un hueco estrecho y vertical construido en piedra. Un viento gélido se adentra a través de él, pero no impide que nos acerquemos. Antes de asomarnos nos echamos la tela a cuadros por encima para protegernos del frío.
La profundidad de la ventana nos da a entender que se trata de una saetera. Desde allí los soldados lanzaban saetas como método de defensa. La luz es tenue, no sabemos definir si se debe al amanecer o al anochecer. Al asomarnos comprendemos que nos hemos trasladado a la época medieval. La construcción está edificada en lo alto, desde aquí se puede observar una pequeña bahía. Antes de que podamos recrearnos en las vistas, la voz de una mujer nos alerta de su presencia. Miramos hacia abajo y nos topamos con una figura envuelta en un tartán bajo el cual vislumbramos unas faldas.
-¿Aila? —escuchamos cómo pregunta al aire—. ¿Cariño, donde estás?
La mujer cruza el patio mirando de un lado a otro. Tras varios viajes a través de Ventana al Pasado sabemos que estamos ante la visión que quiere que presenciemos.
-¡Yvaine! —la mujer se gira contrariada ante el bramido—. ¿La niña se ha vuelto a perder?
-No debes preocuparte, Lean. —Ella responde ajena al mal carácter que muestra el hombre. Por su parte, continua en busca de la pequeña. Seguir leyendo «Viaje a un lugar encantado I»