Notas arrancadas de las cuerdas de un timple llegan a nuestra ventana. Llevamos muchas semanas esperando una nueva visión. Abrimos una de sus hojas esperando encontrarnos con Tomás y Luisa, nuestros visitantes del pasado. Esta vez el sonido de las olas en la oscuridad de la noche nos acerca a la costa. Observamos cómo la forma de nuestra ventana cambia para convertirse en un balcón de madera con vistas al mar. Damos unos pasos para apoyarnos en la barandilla. La noche no nos deja ver más allá, nos ciega, dejándonos a solas con el sonido de una folía. Minutos después escuchamos pasos bajo nuestro balcón. La luz de la luna que asoma entre las nubes nos deja vislumbrar una pequeña figura que reconocemos como la de Luisa.
– Estaría bueno que no pudiera ir a Gran Tarajal, si sólo me voy a escapar un rato– murmura la joven que tras dar unos pasos se gira y alza la vista hacia el balcón-pero mira que tienen linda mi casita majorera. Gracias que la tienen bien conservada, seguro que me encuentro con algún descendiente mío. A ver qué cara se les queda cuando me vean tan jovencita.
Con una risa ligera que nos devuelve la brisa marina Luisa se aleja para asistir a la presentación de la novela que narra su historia, esta vez en la isla de Fuerteventura.



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