Escuchamos un sonido repetitivo, agudo, algo o alguien golpea la dureza del cristal. Nuestros ojos no tardan en hallar al responsable del acuciante ruido. Un cuervo picotea la ventana desde el otro lado. Una vez se puso de perfil, nos sentimos apremiados por su ojo clavado en nosotros. El pequeño visitante se presenta como guía en nuestro próximo viaje al pasado.
Pronto descubrimos una amplia pradera. Al asomar la cabeza nos damos cuenta de que la ventana en la que nos apoyamos forma parte de una pequeña cabaña. La construcción está marginada en una inmensidad de montañas cubierta por fina hierba y salpicada de rocas grises. Al saltar al otro lado observamos pequeños brotes de brezo escocés. No sabríamos adivinar el año en el que nos encontramos, pues a nuestro alrededor todo se ha convertido en salvaje naturaleza. El vuelo del cuervo logra que nos decidamos a seguirle. Nuestros pasos comienzan el descenso de la colina, el viento es frío y el sonido de algún riachuelo cercano nos acompaña.
La caminata nos resulta agradable, disfrutamos del entorno rural y decidimos no alejarnos del camino surcado por el agua. El relincho de caballos nos hace buscar refugio, tras dar varios saltos llegamos a una formación rocosa que nos protege. En cuanto nos sentimos seguros trepamos para ver quie está al otro lado. Intentamos controlar la respiración al descubrir a un gran guerrero escocés acompañado de un muchacho. Por su actitud y escasas pertenencias todo apunta a que han hecho un alto en el camino. Seguir leyendo «Viaje a un lugar encantado II»