¡FELIZ DÍA DE CANARIAS!
Este año Yara Medina ha decido mostrar un rincón muy especial. En esta plaza se desarrolla un pasaje que da nombre a la novela. Si no has leído aún El Rumor de las Folías puede que después de este vídeo te animes a hacerlo.
¡FELIZ DÍA DE CANARIAS!
Este año Yara Medina ha decido mostrar un rincón muy especial. En esta plaza se desarrolla un pasaje que da nombre a la novela. Si no has leído aún El Rumor de las Folías puede que después de este vídeo te animes a hacerlo.
Yara nos espera sentada en el alfeizar, sus pies cuelgan a ambos lados de la ventana abierta y sostiene los postigos para que podamos ver lo que tiene que mostrarnos.
Aquí estoy de nuevo, deseando que sean muchos los rumoreadores que se acerquen a conocer los entresijos de esta novela. Cuando decidí ubicar la mayor parte de la trama en el municipio de Santa Brígida, lo hice pensando en los rincones en los que crecí. Quise aportar realidad a la novela, dotándola de color, sabor y sonidos que mi mente había registrado a lo largo de mi vida.
En la novela Tomás le desvela a Luisa el lugar donde jugaba en su niñez. Se trata de una pequeña caldera volcánica cuya zona toma el nombre de Los Lentiscos. En lo alto de esta caldera la naturaleza formó una burbuja volcánica dejando una oquedad en su interior. Esta burbuja no fue fruto de mi imaginación. Esta cueva sigue en pie, imperturbable al paso del tiempo, siendo testigo de los cambios en el paisaje grancanario. Mirando al interior de la isla, esta burbuja volcánica se vuelve el refugio de los amantes de El Rumor de las folías, donde comparten secretas caricias y sueños en común. Esta cueva, como muchos rumoreadores sabrán, se hace relevante en más de una ocasión.
He querido mostrarles este lugar tan especial de El rumor de las folías a través de fotos. Les invito a imaginarse a Luisa y a Tomás subiendo la piconera con esfuerzo, enterrando los pies en el picón y sintiendo los rayos de sol sobre ellos a medida que van llegando a la cima. He intentado que muestre el aspecto que tendría allá por los años 30.
En apariencia, esta cueva puede parecer una roca volcánica de gran tamaño escupida por la tierra en el momento de la erupción.
Si nos acercamos, podemos comprobar que el aire atrapado en su interior permitió que la lava se solidificara formando la cueva.
Es ahí donde Tomás y Luisa se refugian.
Si estimulamos nuestra imaginación podremos llenar el espacio con esterillas, lámparas de aceite, mantas y distintos objetos para hacer del lugar un buen escondite.
No es difícil pensar que un escondrijo así pueda pasar desapercibido desde la base de la caldera.
Un lugar suspendido en el tiempo y el espacio, donde poder acercarse para palpar la fuerza de la naturaleza y contemplar el mundo desde otra perspectiva.
Espero que esta nueva confesión pique la curiosidad a nuevos lectores y saque una sonrisa a los que ya se han sumergido en las páginas de El Rumor de Las Folías. Nos leemos pronto.